esencia

Dicen que el camino más largo es hacia el interior: dura toda la vida. Y que solamente podemos cambiar el mundo si cambiamos por dentro. En realidad, creemos que nos transformamos y lo que hacemos es encontrarnos con nuestra propia esencia. Porque la única tarea del ser humano es SER humano y el propósito de la vida consiste en VIVIR: te invito a ser TÚ, tu ser auténtico.

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martes, 30 de noviembre de 2010

Bioeconomía

La economía del tercer camino

Asisto a una ponencia del profesor Mansour Mohammadian, que expone su teoría sobre la economía del tercer camino, Bioeconomía. Agradezco a Ubaldo Cuesta, profesor de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, que le haya invitado a clausurar el VI Curso de Comunicación y Salud “Nuevos escenarios y tendencias en tiempos de crisis”.

Antecedentes: en los años 60 se crea una economía de los recursos naturales; la de los 70 es la economía ambiental; en los 80 surge la economía ecológica. Estas disciplinas económicas basadas en la teoría neoclásica no están fundamentadas en la biología. En la década de los 90 nace la Bioeconomía, una síntesis entre la ciencia empírica de la Biología y la humanista de la Economía, que pretende acabar con la diferencia entre las dos culturas para construir una tercera cultura del holismo, la ética y la metodología interdisciplinaria. Un nuevo paradigma para un modelo sostenible, que consiste en asegurarse el bienestar de uno mismo, los demás y el planeta.

Para ello Mohammadian propone hacer un cambio, pasando del pensamiento único al pensamiento plural crítico; de la idea lineal causa-efecto a la idea sistémica; del reduccionismo a ver las cosas de forma holística; de los factores económicos (es decir, de un sistema basado en consumo – abastecimiento – mecanismo de precios) a los factores no económicos y la ética; de la competición a la cooperación; de la economía especulativa a la productiva; de la cantidad a la calidad; de la vida simple a la complejidad del sistema; de la importancia de la información (bombardeo) al análisis, que produce conocimiento, hasta llegar a la sabiduría de la información que nos llega; de la energía de recursos biológicos y combustibles fósiles al conocimiento y la creatividad; de la salud como ausencia de enfermedad al concepto holístico de salud física, emocional y mental; del crecimiento y expansión a la sostenibilidad; del consumismo a la austeridad; de la felicidad por los objetos materiales al concepto holístico de felicidad, que depende del trabajo, la familia y la amistad; de la riqueza como dinero a la riqueza de tener salud, trabajo y dinero; del principio “quien contamina paga” a la prevención; de la enseñanza disciplinaria a la interdisciplinaria; de un mundo de certidumbre y seguridad a una vida de incertidumbre e inseguridad, de modo que aprendamos a organizar la vida sabiendo que está llena de ambas; y del beneficio a corto plazo al medio y largo plazo.

En el capitalismo bioeconómico, una unidad de ingreso corresponde a otra de gasto, mientras que en el industrial se gastan 2 y se ingresa 1. Y el capital social son los factores que incrementan la calidad de vida, con una función social y pedagógica. Para este veterano profesor, el verdadero equilibrio consiste en los siguientes principios:
  • Usar los recursos biológicos según su poder de regeneración
  • Crecimiento económico y expansión según conservación
  • Precio además de valor
  • Biocentrismo y no sólo antropocentrismo. Un concepto en el que se basa, por ejemplo, el sistema Biodanza, creado por el psicólogo y antropólogo chileno Rolando Toro Araneda.

    • Vivir de la renta de los recursos biológicos y no del capital. Se trata de usar el dinero para generar más dinero.
    La Bioeconomía propone, por ejemplo, una nueva ética del trabajo, que consiste en trabajar en lugar de estar presente (presentismo) y como remedio frente al ausentismo. Frente al estrés, en lugar de usar fármacos a corto plazo, que cronifican el problema, se pide atención psicológica para generar igualdad frente a la calidad de los servicios. Se trata de un modelo holístico basado en el arte (sistema de valores) y la ciencia (identificar motivaciones), en el que se tienen en cuenta los factores no económicos del sentimiento: voluntad, que es la energía más poderosa; responsabilidad, y confianza. En definitiva, el valor del empeño humano porque, como recuerda Mansour Mohammadian, “vivir es añadir vida a los años que tenemos y no añadir años a la vida”.

    viernes, 26 de noviembre de 2010

    ¿Qué hacemos con nuestra vida?

    En tiempos de crisis, oportunidad

    ¿A qué estamos dedicando nuestra vida? Mantengo una interesante y larga charla con un familiar. Él sostiene que HAY QUE trabajar para vivir y eso no siempre es agradable. Que finalmente tenemos que hacer algo que nos disgusta para ganar dinero y dedicar nuestro tiempo libre a lo que realmente nos gusta.

    Estoy de acuerdo en que el trabajo es parte necesaria de nuestra vida, incluso puede ser gratificante ganarse el pan de cada día. Las nóminas, aunque nos aportan seguridad (una ilusión como tantas otras, por supuesto) nos hacen perder la perspectiva del presente, el ahora, el día a día. Traigo a la memoria la bíblica parábola de los talentos: cada uno tenemos unas capacidades que el otro no posee,y viceversa. Creo que ahí está una gran clave: descubrir para qué estás tú en esta vida y desplegarlo. Hemos cometido el error de dejar de tener en cuenta el talento de cada ser humano y a veces, incluso, casi “castigamos” al que despliega lo que lleva en su interior. En lugar de sacarle partido socialmente, como servicio a la comunidad. Qué distinta sería la vida si casa mañana te levantaras dispuesto a sacar lo mejor de ti, si todo tu trabajo fuera una continua creación y recreación de lo que llevas dentro, si toda nuestra misión consistiera en desplegar nuestra esencia y, además, nos pagaran por ello. Porque en esto que estoy exponiendo, y no en otra cosa, consiste TRABAJAR. Estoy convencida.

    ¿Nos lo permite el mundo que hemos creado? ¿Es posible en el ámbito de la empresa? ¿O somos nosotros mismos quienes no nos damos permiso?

    Sirva la siguiente anécdota para ilustrar lo que quiero expresar. Desde hace tiempo sigo la pista a un tipo que asegura resuelve los problemas de visión gracias a un método de medicina tradicional china. Se lo he comentado a un amigo óptico y me muestra su reticencia a acudir ni siquiera a una de las charlas gratuitas que se imparten sobre el sistema. Su respuesta: “si de verdad corrige la visión, me quedo sin negocio”. Claro, su negocio es vender gafas y lentillas, además de revisar la vista a los clientes. Mi reflexión, que refleja por dónde creo que deberían ir los tiros: “si vas a la charla, conoces el método y compruebas que realmente funciona, entonces lo mismo es una señal de que puedes dar un giro a tu vida y dedicarte a ayudar a que la gente sane sus ojos”. Eso es lo que han hecho muchísimos de los profesionales que conozco, personas que gracias a un proceso interno han transformado su vida y su profesión. Miedos, resistencias y dudas siempre van a aparecer en el camino.

    miércoles, 10 de noviembre de 2010

    Autoconocimiento

    El arte de ser tú

    Escucho a menudo que “la gente no cambia”. Y después de años de experiencia personal, puedo asegurar que nadie cambia si no hace nada para cambiar. En todo este tiempo de trayecto, no he conocido a nadie que haya realizado un profundo trabajo interior y no haya cambiado. En realidad, sí conozco a una persona: me confesó que, en realidad, no quería cambiar las cosas que le hacían daño. Le daba miedo. Sólo si uno cambia puede transformar lo que le rodea. Aunque, como digo en la introducción a este blog, lo que parece cambio es en realidad encuentro con tu autenticidad. Es como ir quitando capas hasta descubrir tu esencia.

    A menudo ponemos todo fuera de nosotros porque lo fácil es culpar de nuestros problemas al gobierno, el estado, la naturaleza, Dios… A menudo escucho que no se puede hacer nada ante tal situación. Qué fácilmente se nos olvida que la montaña está formada por granitos de arena. Nos desgastamos ideando cómo cambiar el mundo sin darnos cuenta de que sólo podemos cambiar por dentro.¿Cómo? Mi experiencia personal es que el proceso surge efecto si se combinan los conocimientos teóricos con el trabajo vivencial y el proceso abarca toda nuestra dimensión como ser humano: mente, cuerpo y emociones. 

    Creo en el trabajo personal como única vía para nuestro crecimiento interior. Sólo si tomamos conciencia podemos transformar el mundo. Este camino de descubrimiento interior no tiene vuelta atrás. En el momento en que uno se asoma a sí mismo llega a un punto de no retorno. Es, además, el camino más largo de nuestra existencia: el trayecto hacia dentro dura toda la vida. Una psicóloga y amiga me explica que una terapia estructural (que modifica las estructuras “de base” de una persona) puede durar 7 u 8 años. Así que pide que el trayecto sea largo para que tu vida dure muchos años. No te agotes pensando en llegar al final: lo importante es disfrutar del proceso. Si crees que no vas a poder hacerlo, te contaré un secreto: para recorrerlo sólo tienes que dar el primer paso.

    lunes, 8 de noviembre de 2010

    Dormir en un hospital

    Compartiendo habitación e intimidades

    Visito junto a otros colegas de profesión las obras de construcción de un nuevo hospital en una ciudad del norte de España. Está llamado a convertirse en centro de referencia de la zona.

    Lo primero que nos llama la atención es la gran magnitud del edificio: un “monstruo”, cuando nuestra intuición apunta a que lo más “humano” sería construir pequeños pabellones en amplios espacios con zona verde. Una compañera de trabajo observa lo dificultoso que tiene que ser recorrer los largos pasillos cuando uno está impedido.

    Sí nos convence el hecho de que se han individualizado las cabinas de la UVI, con puertas en lugar de cortinas, para respetar la intimidad del paciente y sus visitantes.

    Entramos en una habitación piloto: la mayoría serán dobles.¡Estamos hablando de un hospital que se está construyendo ahora! Si te han operado alguna vez, sabrás lo que es pasar el rato posterior a la anestesia. Vomitar acompañado no es agradable, pero al menos si quien está a tu lado es un familiar cercano o amigo íntimo, la situación se lleva algo mejor. Por no decir de las situaciones en las que uno, encontrándose mal o fatal, tiene que pasar horas con el enfermo de al lado devolviendo. ¿Alguna de las autoridades responsables de este nuevo centro ha pasado por eso?

    Nos sorprende también que no hay cama de acompañante, sino butaca. Por experiencia, muchos y muchas  sabemos lo que es dormir (o intentar dormir) sentado/a durante varios días seguidos. Uno de los responsables nos ofrece una explicación que tiene su lógica: se trata de evitar que los acompañantes pasen la noche en el hospital y que éste se convierta en hotel. Así que parece que sí, que las autoridades han pensado en todo. 

    Yo tengo dos preguntas: ¿se garantiza entonces que se cubra el servicio básico a los enfermos? Porque por experiencia sabemos que en muchos centros no se lava a los pacientes y son los familiares quienes efectúan las tareas menos agradables de higiene diaria; me responden que son las enfermeras quienes “tienen” que hacerlo y así debería ser. Segunda: ¿se garantiza alojamiento a los familiares que han de pasar una larga estancia fuera de casa? ¿Qué hace quien viene de otra localidad y no tiene dinero para pagarse un hostal o pensión? Parece que en principio, las autoridades han de dotar de servicios, como los pisos compartidos para familiares de enfermos de larga estancia. Me aclaran además que cada vez se tiende a acortar las estancias hospitalarias y, por lo tanto, no se contempla la posibilidad de que uno pase meses hospitalizado en este tipo de centros. ¿Se cumple todo esto en la realidad?

    Por último, me surge alguna cuestión más: ¿de qué modo se prevé entonces la atención emocional al paciente? Por experiencia propia sabemos que, cuando a uno le ingresan, por pequeña que sea la intervención, se mueven muchas emociones y surgen, por ejemplo, miedos. No es lo mismo pasar la noche solo que hacerlo de la mano de tu madre, marido, mujer, hermano… ¿Cómo atiende el sistema a nuestro bienestar emocional? 

    jueves, 4 de noviembre de 2010

    Empastilladas

    En una sociedad que nos anestesia


    ¿Qué las medicinas a veces son necesarias? Seguro. ¿Que no siempre lo son y que, en muchos casos, el sistema se limita a “empastillar” a los pacientes cuando hay muchas otras alternativas? Lo veremos
     
    Diagonal repasa la historia de la psiquiatrización femenina en su número 135, del 14 al 27 de octubre de 2010. En un artículo titulado “Mujer y psiquiatría, de la histeria a la depresión”, este “periódico quincenal de actualidad crítica” denuncia el androcentrismo en un reportaje en el que realiza un “breve recorrido sobre cómo se ha argumentado la insania mental de las mujeres desde el siglo XIX hasta el abuso de los psicofármacos en la actualidad”, cuando “el consumo de antidepresivos ha aumentado un 10% en dos años”. Desde las páginas de esta publicación alternativa se asegura que “la situación económica es una de las claves de esta medicalización de los trastornos”.

    Realizo un breve resumen del estado de la cuestión: “en la década de los 50 y los 60 se desarrollarían lo que la psicoanalista Mabel Burín denomina drogas legales: los psicofármacos. De este modo, los denominados trastornos mentales pasaron a ser abordados, según Burín, a través de nuevas tecnologías que pretenden incidir sobre la salud de las mujeres. Según analiza esta especialista argentina, ‘la transformación de los medicamentos en bienes de consumo promovida por las empresas productoras ha terminado por engendrar una sociedad medicalizada’. Una sociedad en que las mujeres copan la demanda, impulsadas en muchos casos por un sistema sanitario que patologiza sus problemas. Así lo corrobora la docente Isabel Jiménez: ‘existen excesos de diagnóstico de depresión en mujeres ya que muchas veces este diagnóstico está condicionado por el malestar. No es tanto una patología que necesite un medicamento, sino una patología que necesita un cambio vital’. Un malestar que proviene en muchos casos de la sobrecarga que impone la doble jornada laboral (dentro y fuera del hogar) y las condiciones socioeconómicas”.

    Me quedo con la idea de que, en muchos casos, detrás de la depresión hay una persona “que necesita un cambio vital”. Y para ilustrarla, me viene a la memoria la historia de una buena amiga mía. Abogada, después de 8 años trabajando en una empresa como coordinadora de un equipo humano, comenzó a tener crisis de ansiedad. En reiteradas ocasiones habló con sus superiores de la necesidad de un cambio de funciones, de que se sentía sobrepasada por el exceso de trabajo y poco apoyada por los de arriba. Detrás de todo ello se escondía también una crisis vital más profunda: de falta de sentido, de replantearse la vida. Licenciada en derecho, ella soñaba con dedicarse a los más necesitados, aunque sustituyó la ONG por el trabajo en empresa. Ahora, soltera, sin pareja, se replanteaba hasta la idea de vivir en una gran ciudad.

    El médico de familia la remitió a una psiquiatra que enseguida le dio la baja y le recetó medicamentos. Tras unas semanas de descanso, comenzó a sentirse mejor. Así que la doctora comenzó a sugerirle la idea de volver a trabajar. Mi amiga intentó explicarle que la empresa y su puesto de trabajo en concreto eran la causa de su malestar y que, si volvía, regresaría a sentirse mal. La solución que la psiquiatra encontró fue recomendarle que tomara pastillas para ir a trabajar. A lo que mi amiga replicó: “es decir, la única forma de aguantar la situación es ir drogada cada mañana”. Lo que no sabía su médico es que mi amiga hace trabajo personal desde hace tiempo y ya estaba profundizando en las causas del malestar. Buscó una terapeuta que pudiera ayudarla de otro modo, negoció el despido con su empresa y ha comenzado a dar un giro radical a su carrera profesional y, de paso, a su vida personal. Resuelta la causa, eliminada la ansiedad.