esencia

Dicen que el camino más largo es hacia el interior: dura toda la vida. Y que solamente podemos cambiar el mundo si cambiamos por dentro. En realidad, creemos que nos transformamos y lo que hacemos es encontrarnos con nuestra propia esencia. Porque la única tarea del ser humano es SER humano y el propósito de la vida consiste en VIVIR: te invito a ser TÚ, tu ser auténtico.

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jueves, 4 de noviembre de 2010

Empastilladas

En una sociedad que nos anestesia


¿Qué las medicinas a veces son necesarias? Seguro. ¿Que no siempre lo son y que, en muchos casos, el sistema se limita a “empastillar” a los pacientes cuando hay muchas otras alternativas? Lo veremos
 
Diagonal repasa la historia de la psiquiatrización femenina en su número 135, del 14 al 27 de octubre de 2010. En un artículo titulado “Mujer y psiquiatría, de la histeria a la depresión”, este “periódico quincenal de actualidad crítica” denuncia el androcentrismo en un reportaje en el que realiza un “breve recorrido sobre cómo se ha argumentado la insania mental de las mujeres desde el siglo XIX hasta el abuso de los psicofármacos en la actualidad”, cuando “el consumo de antidepresivos ha aumentado un 10% en dos años”. Desde las páginas de esta publicación alternativa se asegura que “la situación económica es una de las claves de esta medicalización de los trastornos”.

Realizo un breve resumen del estado de la cuestión: “en la década de los 50 y los 60 se desarrollarían lo que la psicoanalista Mabel Burín denomina drogas legales: los psicofármacos. De este modo, los denominados trastornos mentales pasaron a ser abordados, según Burín, a través de nuevas tecnologías que pretenden incidir sobre la salud de las mujeres. Según analiza esta especialista argentina, ‘la transformación de los medicamentos en bienes de consumo promovida por las empresas productoras ha terminado por engendrar una sociedad medicalizada’. Una sociedad en que las mujeres copan la demanda, impulsadas en muchos casos por un sistema sanitario que patologiza sus problemas. Así lo corrobora la docente Isabel Jiménez: ‘existen excesos de diagnóstico de depresión en mujeres ya que muchas veces este diagnóstico está condicionado por el malestar. No es tanto una patología que necesite un medicamento, sino una patología que necesita un cambio vital’. Un malestar que proviene en muchos casos de la sobrecarga que impone la doble jornada laboral (dentro y fuera del hogar) y las condiciones socioeconómicas”.

Me quedo con la idea de que, en muchos casos, detrás de la depresión hay una persona “que necesita un cambio vital”. Y para ilustrarla, me viene a la memoria la historia de una buena amiga mía. Abogada, después de 8 años trabajando en una empresa como coordinadora de un equipo humano, comenzó a tener crisis de ansiedad. En reiteradas ocasiones habló con sus superiores de la necesidad de un cambio de funciones, de que se sentía sobrepasada por el exceso de trabajo y poco apoyada por los de arriba. Detrás de todo ello se escondía también una crisis vital más profunda: de falta de sentido, de replantearse la vida. Licenciada en derecho, ella soñaba con dedicarse a los más necesitados, aunque sustituyó la ONG por el trabajo en empresa. Ahora, soltera, sin pareja, se replanteaba hasta la idea de vivir en una gran ciudad.

El médico de familia la remitió a una psiquiatra que enseguida le dio la baja y le recetó medicamentos. Tras unas semanas de descanso, comenzó a sentirse mejor. Así que la doctora comenzó a sugerirle la idea de volver a trabajar. Mi amiga intentó explicarle que la empresa y su puesto de trabajo en concreto eran la causa de su malestar y que, si volvía, regresaría a sentirse mal. La solución que la psiquiatra encontró fue recomendarle que tomara pastillas para ir a trabajar. A lo que mi amiga replicó: “es decir, la única forma de aguantar la situación es ir drogada cada mañana”. Lo que no sabía su médico es que mi amiga hace trabajo personal desde hace tiempo y ya estaba profundizando en las causas del malestar. Buscó una terapeuta que pudiera ayudarla de otro modo, negoció el despido con su empresa y ha comenzado a dar un giro radical a su carrera profesional y, de paso, a su vida personal. Resuelta la causa, eliminada la ansiedad.

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