esencia

Dicen que el camino más largo es hacia el interior: dura toda la vida. Y que solamente podemos cambiar el mundo si cambiamos por dentro. En realidad, creemos que nos transformamos y lo que hacemos es encontrarnos con nuestra propia esencia. Porque la única tarea del ser humano es SER humano y el propósito de la vida consiste en VIVIR: te invito a ser TÚ, tu ser auténtico.

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lunes, 20 de diciembre de 2010

Rolando Toro

Bailarín de las emociones

Rolando Toro visitó España con motivo del encuentro nacional de Biodanza celebrado en El Escorial (Madrid) unos meses antes de fallecer. Psicólogo y antropólogo chileno, el creador del sistema Biodanza supo conjugar como nadie el conocimiento científico con una profunda comprensión del ser humano, de su esencia y, sobre todo, de sus emociones. "Amo, luego existo", era el lema de este octogenario cuyo discurso, una vez más, me enganchó y movió por dentro.

Habló de los últimos avances científicos aplicados a Biodanza. Entre otras cosas, de Epigenética: "frente a la herencia irreversible y determinista, hay ecofactores que se adhieren al ADN y, por lo tanto, puede utilizarse en positivo o en negativo". O de la capacidad regenerativa de las neuronas y la plasticidad de neuronal como factor de crecimiento: renovación del sistema nervioso que, si se usa, genera nuevas conexiones y el nacimiento de nuevas células. Y del fenómeno de las neuronas en espejo: "lo que el otro hace tus neuronas lo repiten en su sinapsis, se organizan para poder entenderlo", explicaba. También del concepto de madurez e inmadurez neurológica: frente al potencial juvenil tan destacado en nuestra sociedad destacó el potencial tardío y “la penetración de las almas de los viejos”, que tienen una gran capacidad de vínculo con la infancia, "de ahí que haya abuelos que cumplen su función mejor que los padres".

“La genómica biosocial y la utilización de ambientes enriquecidos tienen una aplicación en los ámbitos de la educación y la medicina” que, según él confirma la Biodanza: “la educación biocéntrica puede cambiar el mundo en dos generaciones”, aseguraba. “No es una utopía”. Como tampoco lo es el concepto de "la alegría endógena". La clave de la vida para este poeta del encuentro humano consiste en transformar lo cotidiano en eterno, de modo que lo cotidiano adquiere calidad sagrada. “Inmanencia y trascendencia no están disociadas: lo cotidiano es eterno”, decía Rolando, “aquí y ahora”.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Cuarto sector

El motor del cambio de era

Escucho una interesante teoría que habla de que ya existe el cuarto sector:  
  • Primero fueron los gobiernos y organismos internacionales
  • Después se crearon empresas y organizaciones privadas
  • Posteriormente aparecieron las ONG. Que por cierto, crean mucha controversia; a veces se habla de corrupción, de asuntos oscuros, de niños apadrinados que en realidad no existen, de que no todo es tan bonito como parece... y sí, esa realidad existe. Otra cuestión es: ¿cómo sería el mundo sin ellas? basta con conocer la realidad de algunos campos de refugiados o zonas de conflictos olvidados para darse cuenta de que, de no ser por las organizaciones para el desarrollo, el planeta estaría hoy todavía peor de cómo anda. 
  • Por último asistimos a la creación de algo nuevo: el cuarto sector, formado por seres humanos individuales que han realizado un profundo trabajo interior, a menudo también espiritual, y que una vez hecha su tarea personal crean redes y se unen para construir algo mejor. Supongo que es también el mundo de los emprendedores sociales.
Dicen las últimas teorías sociológicas que en realidad, los grandes cambios los generan unos pocos. En cada momento histórico, una minoría de seres humanos que son capaces de ver más allá provocan avances a los que se suma años después el resto de la población. ¿Serán el motor del cambio actual los integrantes de este denominado cuarto sector?

jueves, 9 de diciembre de 2010

Espiritualidad y ciencia

Meditar ya no es cosa de místicos

Willigis Jagger explica que la experiencia mística “sobrepasa los sentidos y la inteligencia”. Pero aclara que ese sobrepasar “no se debe entender como un aumento de la capacidad de los sentidos o de la inteligencia” sino que “se trata más bien de una calidad totalmente nueva de percepción”. Y asegura que “la evolución del ser humano tiende a que este ver místico sea algún día patrimonio de todos. Se trata”, según él, “de ayudar a los hombres a desarrollarse hacia esa nueva dimensión de la conciencia donde se percibe el origen común de toda existencia”. De “expansión de la conciencia” habla ahora la ciencia, el mismo término utilizado desde hace siglos por la mística. “El mundo tal y como lo vemos no es toda la verdad; es una verdad parcial”, confirma este monje benedictino en su obra La oración contemplativa. Por eso, denuncia, “la teología que solo ve lo divino con la mente no puede proporcionar más que una verdad parcial. La especulación teológica es la reflexión de la ola sobre el océano” que tan bien ilustra su libro sobre espiritualidad mística La ola es el mar. “La mística solamente indica que la facultad intelectual no sirve para captar la realidad entera”, dice.

Jagger está convencido de que “los impulsos esenciales para el futuro desarrollo del espíritu partirán de las ciencias naturales” y cree que “se dará un redescubrimiento de la metafísica, pero no originado por los filósofos o los teólogos sino por los físicos y biólogos”.

La cuenta atrás ya ha comenzado. Las tradiciones religiosas hablan del "despertar" refiriéndose al proceso por el cual una persona llega a Dios. Ahora, la ciencia habla de este fenómeno en el sentido de "expansión de la conciencia". Así se utiliza por ejemplo en Atención Plena. Los científicos insisten ya en la importancia de practicar meditación cada día y los trabajos sobre Conciencia Plena han demostrado ya los beneficios de esta práctica. Es algo en lo que grandes líderes espirituales llevan siglos insistiendo y ahora, meditar ya no es cosa de místicos.
 

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Educándonos

 ¿Educamos para ser humanos?

La palabra “educar” proviene de “educere”, que significa “conducir fuera de”. 

"La educación provee de información, pero no educa para la vida". Es la crítica de un experto educativo acerca de nuestro sistema escolar. "Nos educan de cintura para arriba y hacia un lado del cerebro", el izquierdo. "El sistema educativo crea seres que viven con la cabeza en lugar de habitar en su cuerpo", escucho en este vídeo sobre Educación y la creatividad de los niños. Con la anécdota de la niña bailarina sobran más palabras. Interesante también la participación del mismo Sir Ken Robinson en el programa Redes de 13 de marzo de 2011. Eduardo Punset entrevistó en enero del mismo año a este experto en desarrollo de la creatividad, que asegura que "todos tenemos la capacidad de ser creativos".

También Claudio Naranjo denuncia que “no tenemos una educación para la conciencia”. Según este psiquiatra chileno, “nuestra mayor necesidad es la de una educación para evolucionar, para que la gente sea lo que podría ser”. Porque incluso “la educación de valores es demasiado retórica e intelectual. Los valores deberían ser cultivados a través de un proceso de transformación de la persona y esta transformación está muy lejos de la educación actual”, sujeta al paradigma racionalista y que consiste en “un mero traspaso de información, alejado de objetivos como el autoconocimiento”. En su libro Sanar la civilización, explica que “debemos volver a las raíces de la educación como autoconocimiento, en la búsqueda de ese ‘conócete a ti mismo’ de Sócrates. Al autoconocimiento transformador que posibilite el cambio”.

Desde mi experiencia personal, yo tenía casi 30 años cuando, en un taller de crecimiento personal, descubrí lo que es el duelo, ese proceso que conviene hacer, por salud mental, ante la muerte de un ser querido, una separación o cualquier tipo de pérdida. ¿Cómo es posible que hasta entonces nadie me hubiera hablado de ello? Casi 15 años de escolarización y ni una sola palabra de regulación emocional. 

¿Alguna alternativa? Existen propuestas como la Educación Biocéntrica, una de las aplicaciones del sistema Biodanza creado por el psicólogo chileno Rolando Toro, que también considera la creatividad como una de las líneas vitales del ser humano y que, según él, “puede cambiar el mundo en dos generaciones”, o la Educación Holista. También el profesor Mansour Mohammadian propone, en su teoría sobre la economía del tercer camino o Bioeconomía, pasar de la enseñanza disciplinaria a la interdisciplinaria. Y Claudio Naranjo cree que, “en lugar de una educación para la información, se necesitaría una educación que se ocupe del aspecto emocional y una educación de la mente profunda”, en el sentido de “la conciencia misma”, que “tiene que ver con aquella parte de la mente de la que depende el sentido de la vida”. Según él, “la educación también tiene que incluir un aspecto terapéutico. Desarrollarse como persona no se puede separar del crecimiento emocional” porque “no puede aprender intelectualmente una persona que está dañada emocionalmente”. De este modo, propone “una educación para seres tri-cerebrados. Una educación que se podría llamar holística o integral. Si vamos a educar a toda la persona, hemos de tener en cuenta que la persona no es solo razón”. Este psiquiatra está convencido que “solo una educación holística podría prevenir el deterioro de la mente y del planeta”.


 

martes, 30 de noviembre de 2010

Bioeconomía

La economía del tercer camino

Asisto a una ponencia del profesor Mansour Mohammadian, que expone su teoría sobre la economía del tercer camino, Bioeconomía. Agradezco a Ubaldo Cuesta, profesor de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, que le haya invitado a clausurar el VI Curso de Comunicación y Salud “Nuevos escenarios y tendencias en tiempos de crisis”.

Antecedentes: en los años 60 se crea una economía de los recursos naturales; la de los 70 es la economía ambiental; en los 80 surge la economía ecológica. Estas disciplinas económicas basadas en la teoría neoclásica no están fundamentadas en la biología. En la década de los 90 nace la Bioeconomía, una síntesis entre la ciencia empírica de la Biología y la humanista de la Economía, que pretende acabar con la diferencia entre las dos culturas para construir una tercera cultura del holismo, la ética y la metodología interdisciplinaria. Un nuevo paradigma para un modelo sostenible, que consiste en asegurarse el bienestar de uno mismo, los demás y el planeta.

Para ello Mohammadian propone hacer un cambio, pasando del pensamiento único al pensamiento plural crítico; de la idea lineal causa-efecto a la idea sistémica; del reduccionismo a ver las cosas de forma holística; de los factores económicos (es decir, de un sistema basado en consumo – abastecimiento – mecanismo de precios) a los factores no económicos y la ética; de la competición a la cooperación; de la economía especulativa a la productiva; de la cantidad a la calidad; de la vida simple a la complejidad del sistema; de la importancia de la información (bombardeo) al análisis, que produce conocimiento, hasta llegar a la sabiduría de la información que nos llega; de la energía de recursos biológicos y combustibles fósiles al conocimiento y la creatividad; de la salud como ausencia de enfermedad al concepto holístico de salud física, emocional y mental; del crecimiento y expansión a la sostenibilidad; del consumismo a la austeridad; de la felicidad por los objetos materiales al concepto holístico de felicidad, que depende del trabajo, la familia y la amistad; de la riqueza como dinero a la riqueza de tener salud, trabajo y dinero; del principio “quien contamina paga” a la prevención; de la enseñanza disciplinaria a la interdisciplinaria; de un mundo de certidumbre y seguridad a una vida de incertidumbre e inseguridad, de modo que aprendamos a organizar la vida sabiendo que está llena de ambas; y del beneficio a corto plazo al medio y largo plazo.

En el capitalismo bioeconómico, una unidad de ingreso corresponde a otra de gasto, mientras que en el industrial se gastan 2 y se ingresa 1. Y el capital social son los factores que incrementan la calidad de vida, con una función social y pedagógica. Para este veterano profesor, el verdadero equilibrio consiste en los siguientes principios:
  • Usar los recursos biológicos según su poder de regeneración
  • Crecimiento económico y expansión según conservación
  • Precio además de valor
  • Biocentrismo y no sólo antropocentrismo. Un concepto en el que se basa, por ejemplo, el sistema Biodanza, creado por el psicólogo y antropólogo chileno Rolando Toro Araneda.

    • Vivir de la renta de los recursos biológicos y no del capital. Se trata de usar el dinero para generar más dinero.
    La Bioeconomía propone, por ejemplo, una nueva ética del trabajo, que consiste en trabajar en lugar de estar presente (presentismo) y como remedio frente al ausentismo. Frente al estrés, en lugar de usar fármacos a corto plazo, que cronifican el problema, se pide atención psicológica para generar igualdad frente a la calidad de los servicios. Se trata de un modelo holístico basado en el arte (sistema de valores) y la ciencia (identificar motivaciones), en el que se tienen en cuenta los factores no económicos del sentimiento: voluntad, que es la energía más poderosa; responsabilidad, y confianza. En definitiva, el valor del empeño humano porque, como recuerda Mansour Mohammadian, “vivir es añadir vida a los años que tenemos y no añadir años a la vida”.

    viernes, 26 de noviembre de 2010

    ¿Qué hacemos con nuestra vida?

    En tiempos de crisis, oportunidad

    ¿A qué estamos dedicando nuestra vida? Mantengo una interesante y larga charla con un familiar. Él sostiene que HAY QUE trabajar para vivir y eso no siempre es agradable. Que finalmente tenemos que hacer algo que nos disgusta para ganar dinero y dedicar nuestro tiempo libre a lo que realmente nos gusta.

    Estoy de acuerdo en que el trabajo es parte necesaria de nuestra vida, incluso puede ser gratificante ganarse el pan de cada día. Las nóminas, aunque nos aportan seguridad (una ilusión como tantas otras, por supuesto) nos hacen perder la perspectiva del presente, el ahora, el día a día. Traigo a la memoria la bíblica parábola de los talentos: cada uno tenemos unas capacidades que el otro no posee,y viceversa. Creo que ahí está una gran clave: descubrir para qué estás tú en esta vida y desplegarlo. Hemos cometido el error de dejar de tener en cuenta el talento de cada ser humano y a veces, incluso, casi “castigamos” al que despliega lo que lleva en su interior. En lugar de sacarle partido socialmente, como servicio a la comunidad. Qué distinta sería la vida si casa mañana te levantaras dispuesto a sacar lo mejor de ti, si todo tu trabajo fuera una continua creación y recreación de lo que llevas dentro, si toda nuestra misión consistiera en desplegar nuestra esencia y, además, nos pagaran por ello. Porque en esto que estoy exponiendo, y no en otra cosa, consiste TRABAJAR. Estoy convencida.

    ¿Nos lo permite el mundo que hemos creado? ¿Es posible en el ámbito de la empresa? ¿O somos nosotros mismos quienes no nos damos permiso?

    Sirva la siguiente anécdota para ilustrar lo que quiero expresar. Desde hace tiempo sigo la pista a un tipo que asegura resuelve los problemas de visión gracias a un método de medicina tradicional china. Se lo he comentado a un amigo óptico y me muestra su reticencia a acudir ni siquiera a una de las charlas gratuitas que se imparten sobre el sistema. Su respuesta: “si de verdad corrige la visión, me quedo sin negocio”. Claro, su negocio es vender gafas y lentillas, además de revisar la vista a los clientes. Mi reflexión, que refleja por dónde creo que deberían ir los tiros: “si vas a la charla, conoces el método y compruebas que realmente funciona, entonces lo mismo es una señal de que puedes dar un giro a tu vida y dedicarte a ayudar a que la gente sane sus ojos”. Eso es lo que han hecho muchísimos de los profesionales que conozco, personas que gracias a un proceso interno han transformado su vida y su profesión. Miedos, resistencias y dudas siempre van a aparecer en el camino.

    miércoles, 10 de noviembre de 2010

    Autoconocimiento

    El arte de ser tú

    Escucho a menudo que “la gente no cambia”. Y después de años de experiencia personal, puedo asegurar que nadie cambia si no hace nada para cambiar. En todo este tiempo de trayecto, no he conocido a nadie que haya realizado un profundo trabajo interior y no haya cambiado. En realidad, sí conozco a una persona: me confesó que, en realidad, no quería cambiar las cosas que le hacían daño. Le daba miedo. Sólo si uno cambia puede transformar lo que le rodea. Aunque, como digo en la introducción a este blog, lo que parece cambio es en realidad encuentro con tu autenticidad. Es como ir quitando capas hasta descubrir tu esencia.

    A menudo ponemos todo fuera de nosotros porque lo fácil es culpar de nuestros problemas al gobierno, el estado, la naturaleza, Dios… A menudo escucho que no se puede hacer nada ante tal situación. Qué fácilmente se nos olvida que la montaña está formada por granitos de arena. Nos desgastamos ideando cómo cambiar el mundo sin darnos cuenta de que sólo podemos cambiar por dentro.¿Cómo? Mi experiencia personal es que el proceso surge efecto si se combinan los conocimientos teóricos con el trabajo vivencial y el proceso abarca toda nuestra dimensión como ser humano: mente, cuerpo y emociones. 

    Creo en el trabajo personal como única vía para nuestro crecimiento interior. Sólo si tomamos conciencia podemos transformar el mundo. Este camino de descubrimiento interior no tiene vuelta atrás. En el momento en que uno se asoma a sí mismo llega a un punto de no retorno. Es, además, el camino más largo de nuestra existencia: el trayecto hacia dentro dura toda la vida. Una psicóloga y amiga me explica que una terapia estructural (que modifica las estructuras “de base” de una persona) puede durar 7 u 8 años. Así que pide que el trayecto sea largo para que tu vida dure muchos años. No te agotes pensando en llegar al final: lo importante es disfrutar del proceso. Si crees que no vas a poder hacerlo, te contaré un secreto: para recorrerlo sólo tienes que dar el primer paso.

    lunes, 8 de noviembre de 2010

    Dormir en un hospital

    Compartiendo habitación e intimidades

    Visito junto a otros colegas de profesión las obras de construcción de un nuevo hospital en una ciudad del norte de España. Está llamado a convertirse en centro de referencia de la zona.

    Lo primero que nos llama la atención es la gran magnitud del edificio: un “monstruo”, cuando nuestra intuición apunta a que lo más “humano” sería construir pequeños pabellones en amplios espacios con zona verde. Una compañera de trabajo observa lo dificultoso que tiene que ser recorrer los largos pasillos cuando uno está impedido.

    Sí nos convence el hecho de que se han individualizado las cabinas de la UVI, con puertas en lugar de cortinas, para respetar la intimidad del paciente y sus visitantes.

    Entramos en una habitación piloto: la mayoría serán dobles.¡Estamos hablando de un hospital que se está construyendo ahora! Si te han operado alguna vez, sabrás lo que es pasar el rato posterior a la anestesia. Vomitar acompañado no es agradable, pero al menos si quien está a tu lado es un familiar cercano o amigo íntimo, la situación se lleva algo mejor. Por no decir de las situaciones en las que uno, encontrándose mal o fatal, tiene que pasar horas con el enfermo de al lado devolviendo. ¿Alguna de las autoridades responsables de este nuevo centro ha pasado por eso?

    Nos sorprende también que no hay cama de acompañante, sino butaca. Por experiencia, muchos y muchas  sabemos lo que es dormir (o intentar dormir) sentado/a durante varios días seguidos. Uno de los responsables nos ofrece una explicación que tiene su lógica: se trata de evitar que los acompañantes pasen la noche en el hospital y que éste se convierta en hotel. Así que parece que sí, que las autoridades han pensado en todo. 

    Yo tengo dos preguntas: ¿se garantiza entonces que se cubra el servicio básico a los enfermos? Porque por experiencia sabemos que en muchos centros no se lava a los pacientes y son los familiares quienes efectúan las tareas menos agradables de higiene diaria; me responden que son las enfermeras quienes “tienen” que hacerlo y así debería ser. Segunda: ¿se garantiza alojamiento a los familiares que han de pasar una larga estancia fuera de casa? ¿Qué hace quien viene de otra localidad y no tiene dinero para pagarse un hostal o pensión? Parece que en principio, las autoridades han de dotar de servicios, como los pisos compartidos para familiares de enfermos de larga estancia. Me aclaran además que cada vez se tiende a acortar las estancias hospitalarias y, por lo tanto, no se contempla la posibilidad de que uno pase meses hospitalizado en este tipo de centros. ¿Se cumple todo esto en la realidad?

    Por último, me surge alguna cuestión más: ¿de qué modo se prevé entonces la atención emocional al paciente? Por experiencia propia sabemos que, cuando a uno le ingresan, por pequeña que sea la intervención, se mueven muchas emociones y surgen, por ejemplo, miedos. No es lo mismo pasar la noche solo que hacerlo de la mano de tu madre, marido, mujer, hermano… ¿Cómo atiende el sistema a nuestro bienestar emocional? 

    jueves, 4 de noviembre de 2010

    Empastilladas

    En una sociedad que nos anestesia


    ¿Qué las medicinas a veces son necesarias? Seguro. ¿Que no siempre lo son y que, en muchos casos, el sistema se limita a “empastillar” a los pacientes cuando hay muchas otras alternativas? Lo veremos
     
    Diagonal repasa la historia de la psiquiatrización femenina en su número 135, del 14 al 27 de octubre de 2010. En un artículo titulado “Mujer y psiquiatría, de la histeria a la depresión”, este “periódico quincenal de actualidad crítica” denuncia el androcentrismo en un reportaje en el que realiza un “breve recorrido sobre cómo se ha argumentado la insania mental de las mujeres desde el siglo XIX hasta el abuso de los psicofármacos en la actualidad”, cuando “el consumo de antidepresivos ha aumentado un 10% en dos años”. Desde las páginas de esta publicación alternativa se asegura que “la situación económica es una de las claves de esta medicalización de los trastornos”.

    Realizo un breve resumen del estado de la cuestión: “en la década de los 50 y los 60 se desarrollarían lo que la psicoanalista Mabel Burín denomina drogas legales: los psicofármacos. De este modo, los denominados trastornos mentales pasaron a ser abordados, según Burín, a través de nuevas tecnologías que pretenden incidir sobre la salud de las mujeres. Según analiza esta especialista argentina, ‘la transformación de los medicamentos en bienes de consumo promovida por las empresas productoras ha terminado por engendrar una sociedad medicalizada’. Una sociedad en que las mujeres copan la demanda, impulsadas en muchos casos por un sistema sanitario que patologiza sus problemas. Así lo corrobora la docente Isabel Jiménez: ‘existen excesos de diagnóstico de depresión en mujeres ya que muchas veces este diagnóstico está condicionado por el malestar. No es tanto una patología que necesite un medicamento, sino una patología que necesita un cambio vital’. Un malestar que proviene en muchos casos de la sobrecarga que impone la doble jornada laboral (dentro y fuera del hogar) y las condiciones socioeconómicas”.

    Me quedo con la idea de que, en muchos casos, detrás de la depresión hay una persona “que necesita un cambio vital”. Y para ilustrarla, me viene a la memoria la historia de una buena amiga mía. Abogada, después de 8 años trabajando en una empresa como coordinadora de un equipo humano, comenzó a tener crisis de ansiedad. En reiteradas ocasiones habló con sus superiores de la necesidad de un cambio de funciones, de que se sentía sobrepasada por el exceso de trabajo y poco apoyada por los de arriba. Detrás de todo ello se escondía también una crisis vital más profunda: de falta de sentido, de replantearse la vida. Licenciada en derecho, ella soñaba con dedicarse a los más necesitados, aunque sustituyó la ONG por el trabajo en empresa. Ahora, soltera, sin pareja, se replanteaba hasta la idea de vivir en una gran ciudad.

    El médico de familia la remitió a una psiquiatra que enseguida le dio la baja y le recetó medicamentos. Tras unas semanas de descanso, comenzó a sentirse mejor. Así que la doctora comenzó a sugerirle la idea de volver a trabajar. Mi amiga intentó explicarle que la empresa y su puesto de trabajo en concreto eran la causa de su malestar y que, si volvía, regresaría a sentirse mal. La solución que la psiquiatra encontró fue recomendarle que tomara pastillas para ir a trabajar. A lo que mi amiga replicó: “es decir, la única forma de aguantar la situación es ir drogada cada mañana”. Lo que no sabía su médico es que mi amiga hace trabajo personal desde hace tiempo y ya estaba profundizando en las causas del malestar. Buscó una terapeuta que pudiera ayudarla de otro modo, negoció el despido con su empresa y ha comenzado a dar un giro radical a su carrera profesional y, de paso, a su vida personal. Resuelta la causa, eliminada la ansiedad.

    martes, 26 de octubre de 2010

    Laboratorios y farmacéuticas

    Los "malos" de la película 

    Las empresas no son ni buenas ni malas; todo depende del uso que los seres humanos hagamos de ellas.

    Empresas: ¿son meras máquinas de hacer dinero o sirven a un bien social? Si solamente las utilizamos para ganar dinero, ¿en quién repercute éste? ¿En la sociedad? ¿En los trabajadores? ¿En los empresarios y directivos? De ser así, ¿a qué lo dedican estos? ¿A comprarse otro yate, a tener una casa más en el campo, a hacerse con una isla desierta o a generar más riqueza y más trabajo?
    Son algunas de las preguntas que plantea la activista Vandana Shiva en el documental Utopía.
    Trabajadores: nos excusamos asegurando que hay que trabajar. Excusa que parte de una premisa real: necesitamos dinero y la mayoría de las personas tenemos que trabajar para poder vivir. ¿Es así o estamos viviendo para trabajar? ¿Nos hemos planteado qué estamos haciendo con nuestra vida? ¿A qué dedicamos la mayor parte de las horas del día? ¿Cómo repercute nuestra labor en la sociedad?

    Durante muchos años he estado trabajando en empresas. En algunas sentí profundamente que estaba desempeñando una labor buena para la humanidad; en otras sentí vacío. Finalmente descubrí que en estas últimas yo era una mera pieza de una maquinaria que, además de amasar dinero, no hace mucho más.

    No me consta la menor duda de la profesionalidad y la buena voluntad de la mayoría de las personas que trabajan en la industria farmacéutica. Muchos de esos fármacos curan enfermedades, argumentarán, y la mayoría alivian los síntomas a sus pacientes. Algunos son necesarios. Además, la mayor parte de la investigación científica proviene de los grandes laboratorios. Se trata de ensayos clínicos sobre nuevos productos. ¿Qué ocurre si hay otras formas de sanar?

    Me vienen a la memoria las palabras de un profesional de la salud que estuvo dedicado gran parte de su vida a la salud natural. Su medicina integral constaba en gran parte de abrazos, trabajo emocional, meditación, reposo, ayunos terapéuticos. “¿Quién va a ganar dinero con esto, si todo es gratis? Nosotros no interesamos a los laboratorios”, decía.

    lunes, 25 de octubre de 2010

    Los profesionales

    De uno y otro lado

    Sirvan estas líneas para expresar mi más profundo respeto y admiración hacia los profesionales de la salud. Como en cualquier otro ámbito supongo que hay personas mejor y peor preparadas, con más o menos experiencia y con mayor o menor habilidad. Gracias a los avances técnicos y científicos la cualificación sanitaria es, en algunos aspectos, cada vez mayor y, por encima de todo ello, se trata de seres humanos que, como tales, también se equivocan. La cuestión es que, en un ámbito como el sanitario, algunos errores tienen muy graves consecuencias. De ello no solamente son víctimas quienes padecen negligencias médicas sino también los profesionales que, aún haciendo bien su trabajo, han metido la pata.

    De este lado, los profesionales del sistema sanitario. ¿Cuál es entonces la pega que desde una visión integral de la salud se pone a nuestros médicos? A ellos en general, ninguna; habría que ir caso por caso, en particular. A sus conocimientos: lo que no saben, porque nadie se lo ha enseñado. A su práctica: la falta de dimensión holística. Damos por sentado que todo profesional de la salud, como cualquier otro, cumple unos requisitos indispensables a la hora de ejercer su profesión:
    • Vocación
    • Formación teórica
    • Experiencia o práctica
    Y así es en la mayoría de los casos.

    Del otro lado, los profesionales de la medicina “natural”. En los años en que llevo en contacto con el "mundo" de las terapias alternativas o complementarias, jamás he visto "eso" que yo imaginaba. Sí me entero de vez en cuando por la prensa de casos de "curanderos" que han engañado a muchos "clientes". Pero las personas con las que yo he dado son auténticos profesionales cualificados. La mayor parte son licenciados (médicos, psicólogos, fisioterapeutas...) que, tras varios años trabajando han comenzado a buscar más "allá" del discurso oficial y han encontrado. Generalmente, su proceso ha conllevado una fuerte crisis personal, al tener que echar por tierra algunas de las ideas que consideraban inmutables. Finalmente, han enriquecido lo que ya sabían (porque lo estudiaron en la carrera o lo aprendieron en su centro de trabajo) con una sabiduría que, por desgracia, en nuestro sistema se ha perdido.

    viernes, 22 de octubre de 2010

    ¿Medicina natural frente a convencional?

    Integración, la clave de la cuestión

    Bienvenidos sean los adelantos técnicos y científicos que permiten salvar la vida a una parturienta y su bebé; alabados los que hacen posible reconstruir a una víctima de accidente de tráfico que ha quedado desfigurado o a las mujeres que han perdido una mama a causa del cáncer. De nada sirve, sin embargo, atender solamente a los síntomas sin ir a la raíz de la enfermedad ni buscar su causa. U olvidarse de que la mujer, como cualquier mamífero, necesita intimidad y tiempo –el que haga falta- para dilatar.

    Lo que resulta chocante de la visión holística de la enfermedad –y lo que provoca grandes crisis en los profesionales y rechazo en el paciente- es su visión del ser humano como un todo y su involucración como parte del proceso. En medicina tradicional se dice que el médico no cura, sino que es uno mismo quien se sana (igual que uno se salva a sí mismo) activando los mecanismos de sabiduría interna de su organismo. 

    Por supuesto, es más cómodo empastillarse que empezar un profundo trabajo personal que, obligatoriamente, te va a llevar a mover piezas, a replantearte tu vida, a analizar qué es lo que anda mal… Y no es cómodo atender a las explicaciones que la medicina holística ofrece de algunas dolencias habituales en nuestra sociedad. 

    jueves, 21 de octubre de 2010

    Salud integral

    La salud, o es integral o no es salud

    Pues sí, parece que hay algo más allá.

    El proceso es el siguiente, según me explica uno de los profesionales que conozco que más tiempo lleva profundizando en el ámbito de la salud. El origen de la enfermedad es siempre emocional; si no se procesa, se produce el desequilibrio energético y, si tampoco se atiende, entonces aparece el malestar físico y, con él, la enfermedad.

    La medicina que conocemos hoy en día ha olvidado eso que los defensores de la salud holística defienden: que la salud ha de ser integral, tal y como lo es el ser humano, sin olvidar ninguna de sus dimensiones: física, mental, emocional, energética, espiritual (esta última referida a la dimensión trascendente que todo ser humano posee, con independencia de sus creencias religiosas).

    miércoles, 20 de octubre de 2010

    Terapias alternativas

    ¿Alternativa o complemento? 

    Yo también era una escéptica. Hasta hace poco, todas estas cosas me sonaban raras, Hace unos años, yo también pensaba que la medicina natural consistía en tomar una serie de potingues en casa y si me hablaban de terapias alternativas, me imaginaba a un curandero chiflado en un cuchitril de mala muerte engañando a la gente para sacarle el dinero y dejándola peor de lo que estaba al llegar a su consulta.

    Es más, cuando una terapeuta me aconsejó apuntarme a yoga, le contesté que yo no valía para "eso", que yo necesitaba moverme, patalear, pegar puñetazos o algo así: "eso", para mí, consistía en sentarse como una idiota a recitar oraciones absurdas e intentar poner la mente en blanco sin lograr relajarme.

    Hoy sé que las denominadas terapias alternativas son más que una alternativa, que existen terapias complementarias a la convencional… y mucho más.

    Por el momento, mi mandíbula no va a peor. Gracias a la homeopatía y varias disciplinas más acabé con los dolores menstruales que varios doctores aseguraban que solamente las pastillas quitan; también dejé de padecer alergia primaveral. Y la terapia sacrocraneal me ayudó a recolocar mi útero tras una operación de mioma (mi escéptica ginecóloga aseguraba que así se quedaría para siempre. Ahora, después de privarme de lácteos y queso para evitar que los miomas crezcan –lo dice la medicina tradicional china y yo lo corroboro- y de regular mis hormonas gracias a un alga, mi querida doctora es cada vez más crédula).

    lunes, 18 de octubre de 2010

    En busca de la salud


    ¿Hay algo más... allá? 

    Mi camino hacia la salud empezó gracias a un problema de mandíbula. En aquel momento, ni el que era entonces mi médico de cabecera (ahora llamado médico de familia) sabía lo que era el Bruxismo. La pista se la di yo. La encontré en un artículo titulado “Crujir y rechinar de dientes” que se publicó en la revista semanal Salud de ABC el 23 septiembre de 2000. Yo no sabía que apretaba los dientes por la noche; solamente era consciente de que me levantaba cada mañana con la mandíbula encajada. Hasta que no pude tomar ni una tostada.

    Mis síntomas encajaban con lo que se describía en el artículo: contractura muscular, dolor de oído y de cabeza… Fui al dentista. Le expliqué que había leído algo acerca de las enfermedades psicosomáticas; él no entendía que el estrés tuviera nada que ver con la boca. Consulté a una psicóloga: efectivamente, yo padecía ansiedad; pero ella no podía ayudarme con los problemas de mandíbula.

    Acudí a varios profesionales que fabricaban férulas de descarga, un aparato con el que debería dormir para evitar el desgaste de los dientes. Primero me hicieron una férula blanda; el siguiente especialista me aseguró que ese tipo de aparatos estaba contraindicado para el bruxismo y me construyó una rígida. También me aconsejaron que me hiciera una ortodoncia, ya que la mala oclusión de las arcadas dentales contribuía a empeorar mi problema. Yo insistía: si el problema de fondo es la ansiedad, ¿no sería lo más lógico enseñarme a evitarla? La respuesta más coherente que obtuve fue: "tienes que relajarte".

    En aquel artículo sobre bruxismo y trastornos del sueño se afirmaba que no existía "ninguna terapia curativa para la contracción involuntaria de las mandíbulas, sino solamente tratamientos sintomáticos". Buscando en internet encontré que un conocido centro del norte de España trataba esta dolencia. Llamé para consultar; mi presupuesto no me permitía viajar y menos tratarme allí. La alternativa que me propusieron los especialistas fue tomar relajantes musculares… DURANTE EL RESTO DE MI VIDA. Además, tenía que mentalizarme de que en algún momento tendría que dejar de comer. Existía una complicada operación de mandíbula que podrían realizarme cuando fuera mayor y que tenía muchas probabilidades de salir… mal.

    Con todo esto, ante la perspectiva de tomar pastillas durante toda mi vida, dejar de comer y operarme de la boca siendo ya ancianita, algo en mi interior me dijo que tenía que haber algo más... ALLÁ.